Para que una demanda pueda prosperar, se deben cumplir una serie de requisitos. En primer lugar, debe haber una relación contractual entre las partes, ya que de lo contrario no habría ningún compromiso por parte de ninguna de las dos. En segundo lugar, debe haber un incumplimiento de ese contrato, ya que si no hay ningún problema, no hay motivo para demandar. Y en tercer lugar, el daño causado por el incumplimiento debe ser cuantificable, es decir, debe haber una manera de medir el daño en términos monetarios.
Hay otros factores que pueden influir en la decisión de un juez, como por ejemplo si las partes han intentado resolver el problema de manera amistosa o si el demandante ha sufrido un daño especial. Pero en general, si se cumplen estos tres requisitos, la demanda tiene más probabilidades de éxito.