En primer lugar, la persona debe estar sufriendo de un trastorno mental que provoque un deterioro significativo de su capacidad para llevar una vida normal. En segundo lugar, esa persona debe representar un peligro para sí misma o para los demás debido a su enfermedad mental. Y en tercer lugar, no debe haber otra forma de tratar su enfermedad con éxito. Si se cumplen estos tres requisitos, se puede proceder a internar a la persona en un psiquiátrico.
Para internar a alguien en un psiquiátrico, es necesario que un médico certifique que la persona sufre de un trastorno mental. También se requiere un informe de un psiquiatra o psicólogo que indique que la persona representa un peligro para sí misma o para los demás. En algunos casos, se puede internar a una persona en un psiquiátrico sin su consentimiento, pero esto sólo se puede hacer si se cumplen ciertos criterios legales. Si la persona no representa un peligro para sí misma o para los demás, pero se niega a someterse a un tratamiento, no se puede internarla en un psiquiátrico.
En muchos países, las personas internadas en un psiquiátrico no tienen derechos legales. Esto significa que pueden ser encerradas en un psiquiátrico contra su voluntad y sin un juicio. También significa que las personas internadas en un psiquiátrico no tienen derecho a un abogado y que no pueden recurrir a la justicia si se les niega el derecho a un tratamiento adecuado. En algunos países, las personas internadas en un psiquiátrico tienen derechos legales, pero estos derechos suelen ser limitados. Por ejemplo, en algunos países las personas internadas en un psiquiátrico pueden ser obligadas a someterse a tratamientos médicos contra su voluntad.