En primer lugar, para diagnosticar el acoso laboral, es necesario que el presunto agresor tenga una posición de poder sobre la víctima. Esto puede ser debido a la jerarquía en la empresa, a una relación de dependencia económica o a una situación de vulnerabilidad laboral de la víctima. En segundo lugar, el acoso laboral se caracteriza por una conducta abusiva por parte del agresor. Esta conducta puede ser verbal, física o psicológica, y debe tener como objetivo o efecto el acoso de la víctima. En tercer lugar, la conducta abusiva debe ocurrir de manera sistemática y reiterada. Es decir, debe tratarse de un patrón de comportamiento, y no de un solo hecho aislado. Finalmente, para que se pueda hablar de acoso laboral, es necesario que exista un desequilibrio de poder entre el agresor y la víctima, de tal manera que la víctima no pueda defenderse del acoso.