La legítima defensa es un principio del derecho internacional que establece que un Estado puede usar la fuerza armada contra otro Estado si este último ha cometido un acto de agresión.
El derecho internacional reconoce tres requisitos para que se pueda invocar la legítima defensa: que el ataque sea un acto de agresión, que el Estado atacado no tenga otra opción que defenderse y que la respuesta sea proporcional al ataque.
Acto de agresión
Un acto de agresión es un acto de violencia que pone en peligro la seguridad nacional de un Estado. El derecho internacional no define de manera precisa qué actos constituyen un acto de agresión, pero suele considerarse que el ataque a la soberanía, la integridad territorial o la independencia de un Estado es un acto de agresión.
Estado atacado no tiene otra opción
Para que se pueda invocar la legítima defensa, el Estado atacado no debe tener otra opción que defenderse. Esto significa que el Estado atacado debe haber agotado todas las vías de negociación y de mediación antes de recurrir a la fuerza armada.
Respuesta proporcional al ataque
La respuesta del Estado atacado debe ser proporcional al ataque. Esto significa que el Estado atacado no puede usar más fuerza del necesario para repeler el ataque.