Los requisitos de contrato son un conjunto de cláusulas y condiciones que se deben cumplir para que un contrato se considere válido y ejecutable. Estos requisitos varían según el tipo de contrato y el país en el que se celebrará, pero en general incluyen la capacidad de las partes para celebrar un contrato, el consentimiento de las partes, un objeto válido y una causa legítima.
Capacidad de las partes
Una de las partes del contrato debe ser una persona jurídica, como una empresa, y la otra parte debe ser una persona física con capacidad legal para celebrar un contrato. La capacidad legal se refiere a la capacidad de una persona para adquirir derechos y obligaciones contractuales. En algunos casos, se requerirá que una persona física tenga un cierto nivel de capacidad mental para celebrar un contrato válido. Las personas menores de edad, los inválidos mentales y las personas que están bajo el control de otra persona no suelen tener capacidad legal para celebrar un contrato.
Consentimiento de las partes
Otro requisito esencial para la validez de un contrato es el consentimiento de las partes. Las partes deben estar de acuerdo en todos los términos y condiciones del contrato, y este consentimiento debe ser expreso y voluntario. Si una de las partes está obligada por la fuerza o la coacción a celebrar un contrato, el contrato puede ser nulo y sin efecto. También pueden anularse los contratos celebrados bajo amenaza de violencia o coacción.
Objeto válido
Otro requisito esencial para la validez de un contrato es que el objeto del contrato sea lícito y no sea contrario a las leyes o la moral. El objeto del contrato debe ser una cosa o un servicio que pueda transferirse de una persona a otra y que no esté prohibido por la ley. Por ejemplo, el contrato de compraventa de una droga ilegal no sería válido debido a que el objeto del contrato es contrario a la ley.
Causa legítima
El último requisito esencial para la validez de un contrato es que las partes tengan una causa legítima para celebrar el contrato. La causa legítima es el propósito o el interés que tiene una persona para celebrar un contrato. Por ejemplo, una persona que celebra un contrato de compraventa de una casa tiene como causa legítima el interés de adquirir la propiedad. Si no existe ningún interés legítimo, el contrato puede ser nulo y sin efecto.