Los delitos contra la integridad moral comprenden una serie de acciones que atentan contra la dignidad de la persona, es decir, aquellas que ponen en peligro o amenazan la vida, la libertad, la integridad física o la salud mental de la víctima. Se trata de delitos de acción directa, es decir, del agresor al agredido, y que requieren de la presencia de la víctima para su comisión.
Por lo general, los delitos contra la integridad moral se cometen en el ámbito privado y, por lo tanto, son difíciles de probar. No obstante, en algunos casos, como el delito de violencia doméstica, pueden ser denunciados y perseguidos por la Justicia. En estos casos, se requiere la intervención de una tercera persona que atestigüe los hechos o, en su defecto, pruebas objetivas que corroboren la denuncia.
Los delitos contra la integridad moral se encuentran tipificados en el Código Penal. Entre ellos, se encuentran el delito de lesiones, el delito de agresión sexual y el delito de violencia doméstica. Para que se pueda considerar que se ha cometido un delito de lesiones, es necesario que se produzcan una serie de requisitos. En primer lugar, debe haber una intención de dañar por parte del agresor. En segundo lugar, las lesiones deben ser graves, es decir, que pongan en peligro la vida o la salud de la víctima. Y en tercer lugar, las lesiones deben ser causadas directamente por el agresor.
Para que se pueda considerar que se ha cometido un delito de agresión sexual, es necesario que se cumplan ciertos requisitos. En primer lugar, debe haber una intención de satisfacer un deseo sexual por parte del agresor. En segundo lugar, la víctima debe ser menor de edad o estar incapacitada para defenderse. Y en tercer lugar, el agresor debe haber utilizado la fuerza o el threat para cometer el delito.
Para que se pueda considerar que se ha cometido un delito de violencia doméstica, es necesario que se cumplan ciertos requisitos. En primer lugar, debe haber una intención de dañar por parte del agresor. En segundo lugar, las lesiones deben ser graves, es decir, que pongan en peligro la vida o la salud de la víctima. Y en tercer lugar, las lesiones deben ser causadas directamente por el agresor. En el caso de la violencia doméstica, además, es necesario que la víctima sea un miembro de la familia o una persona con la que el agresor mantenga una relación de afectividad.